¿Por qué el CHEMSEX se vuelve adictivo?
Estamos seguros de que en el último mes has oído hablar de la serie de Disney + “Yo, adicto”, has escuchado a su director y protagonista Javier Giner y te has encontrado con la palabra chemsex.
Si todavía no tienes claro lo que significa esta palabra, o, por el contrario, lo tienes tan claro que te reconoces en ella, quédate en este artículo. Profundizaremos no solo en su definición, sino también en los mecanismos que hacen del chemsex una práctica tan adictiva.
¿Qué es el chemsex?
El chemsex comenzó en la década de los 90 en Inglaterra. El término combina “chem”, de chemicals (sustancias químicas), y “sex” (sexo), describiendo la práctica de consumir drogas para intensificar y prolongar las relaciones sexuales.
Aunque en algún momento nos pueda pasar por la cabeza una imagen sacada del videoclip de la canción de la “Revolución sexual” de “La casa azul”, estamos hablando de una práctica que se caracteriza por hacer un uso o abuso de sustancias con fines sexuales, convirtiendose en adicción cuando sobrepasa lo “puntual” para empezar a ser lo habitual en muchas esferas sociales. Estas relaciones sexuales están ubicadas con el término “sesión”, ya que pueden alargarse a horas e incluso días, en las que la persona pierde totalmente el control y la decisión sobre sus actos. Las drogas utilizadas en este tipo de adicción son la metanfetamina, ketamina, cocaína o el popper, las cuales tienen en sus efectos una desinhibición descomedida o una euforia muy alta. Si unimos ambas durante las prácticas sexuales, puede finalizar en actos sexuales de riesgo.
Nos encontramos ante una práctica que ha evolucionado desde sus inicios hasta convertirse en una problemática vinculada a la adicción, lo que genera una creciente preocupación tanto en el ámbito de la salud pública como en el social. Aunque el chemsex puede presentarse en distintos contextos, se observa con mayor prevalencia en ciertos sectores, como el colectivo LGTBIQ+, especialmente entre hombres que tienen sexo con hombres, quienes además pueden enfrentar un doble estigma: por el consumo en sí y por las presiones sociales que recaen sobre su orientación o identidad.
Este doble estigma puede dificultar el acceso a ayuda y tratamiento, agravando tanto el impacto del consumo como los desafíos relacionados, que no solo incluyen enfermedades como el VIH, sino también consecuencias en la salud mental, las relaciones personales y la integración social.
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¿Qué consecuencias puede producir el chemsex?
Dependencia de sustancias: El abuso continuado puede llevar a una dependencia, es decir, ese consumo tiene un objetivo, y si no lo alcanzamos, el resto de nuestra vida entra en un segundo plano. Este objetivo en el chemsex puede ser aliviar el “mono”, tener relaciones sexuales, evitar un malestar, evitar la soledad e incluso el mismo estrés. Hay un fuerte y continuo deseo de consumir sustancias.
Deterioro en relaciones sociales: Pérdida de momentos fuera del chemsex, quedando reducidas las situaciones con la red social y de apoyo con actividades cotidianas y placenteras. Dejas de quedar para cosas tan simples como un café o ir al cine debido al aumento de estímulo al que te has habituado nada te lleva al mismo estado.
Deterioro de las relaciones de pareja: Nada nos satisface de la misma manera y nuestra atención se encuentra focalizada prácticamente en este deseo de consumo de estimulación continua. En algún momento llega a ser “un secreto”, algo que hay que ocultar para evitar sentirse juzgado y no poder utilizar el tiempo libre en esto. Sin contar con la ocultación de las prácticas sexuales individuales o en grupo fuera de la pareja, e incluso en relaciones abiertas, la ruptura de las normas que se han creado conjuntamente.
Un menor disfrute de las relaciones sexuales en las que no hay consumo de sustancias: Por la estimulación tan grande que se produce en las relaciones en las que hay un consumo. Apareciendo incluso problemas de disfunción sexual.
Disminución de ritmo laboral o pérdida de empleo: Debido a la pérdida de control, se pierde la noción del tiempo y del día en el que nos encontramos. En el caso de acudir al puesto de trabajo se hace en unas condiciones que dificultan la capacidad de concentración y de ajuste a la situación en la que se encuentra, se está de resaca tanto física como psicológica.
Problemas económicos: Debido a lo anteriormente comentado y por el gasto monetario desproporcionado que se puede realizar en los momentos de desinhibición. No siempre el chemsex se desarrolla en domicilios privados, sino que hay que hacer reserva de salas, etc. con su derivado coste.
Problemas físicos: Propios del consumo como son dolores, insomnio, aumento de frecuencia cardíaca y respiratoria o de la presión arterial entre otras, llegando incluso a problemas cardíacos importantes, así como problemas de contagio de ETS.
Problemas psicopatológicos: Como pueden ser ansiedad, estrés, depresión o incluso trastornos psicóticos derivados del consumo de sustancias.
¿Por qué el chemsex se vuelve adictivo?
Más allá de los efectos inmediatos de las sustancias, el chemsex crea un ciclo adictivo debido a cómo impacta tanto el cuerpo como la mente.
La química del cerebro: el placer como trampa
Las drogas utilizadas en el chemsex actúan directamente sobre el sistema de recompensa del cerebro, liberando grandes cantidades de dopamina, el neurotransmisor asociado al placer y la motivación. Este "bombardeo" químico genera sensaciones extremas que el cerebro registra como experiencias altamente deseables.
Con el tiempo, el cerebro necesita dosis cada vez mayores para alcanzar el mismo nivel de placer, lo que incrementa tanto la frecuencia del consumo como la dependencia. Además, la conexión entre el consumo y el sexo refuerza esta dependencia, haciendo que las relaciones sexuales sin sustancias parezcan insatisfactorias o incompletas.
Factores psicológicos: lo que se esconde detrás del consumo
El chemsex no solo satisface necesidades físicas; también responde a carencias emocionales profundas:
Escapar de emociones difíciles: Muchas personas recurren al chemsex para huir de sentimientos como la soledad, el estrés o la ansiedad. En el colectivo LGTBIQ+, donde el estigma y la discriminación son comunes, el chemsex puede ser una válvula de escape.
Búsqueda de conexión: En un mundo marcado por la superficialidad de las redes sociales y las apps de citas, el chemsex puede ofrecer una falsa sensación de intimidad y aceptación.
Evitación de la vulnerabilidad emocional: Las sustancias permiten a las personas experimentar una conexión física mientras evitan enfrentarse al miedo al rechazo o la vulnerabilidad emocional que conlleva la intimidad real.
La necesidad de validación externa: El chemsex también puede estar impulsado por una búsqueda constante de validación externa. En un contexto social donde el atractivo físico y la sexualidad suelen ser sobredimensionados, las sustancias pueden amplificar la confianza y generar una sensación momentánea de ser deseado o valorado. Para algunas personas, esto satisface una necesidad emocional profunda de aprobación, aunque sea de forma temporal y superficial.
La presión social y la normalización
En ciertos círculos sociales, el chemsex está tan normalizado que puede ser percibido como una práctica casi inevitable para pertenecer o encajar. Esto perpetúa el consumo, creando un entorno donde el uso de drogas y las prácticas de riesgo se consideran la norma.
¿Si consumo sustancias y tengo relaciones sexuales tengo un problema?
La respuesta es ambigua, pero tenemos que tener claro los límites en los que estamos sobrepasando su uso, alcanzando a un abuso y finalmente a una adicción.
Si esta práctica es habitual para ti, si ocupa gran parte de tu tiempo mental, y si te sientes identificado con todo lo anterior, tenemos que ser consciente de cuando las relaciones sexuales dejan de ser placenteras para comenzar a entrar en un bucle de adicción y pérdida de control y consentimiento.
Muchas veces por el miedo a ser juzgados y señalados, seguimos quietos y pasivos ante lo que nos ocurre.
Si te sientes identificado con todo esto, pide ayuda.
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