¿Por qué es más fácil lo no saludable?

Cuando tenemos un problema de adicción y/o una dependencia fuerte de una sustancia o a una conducta todo se reduce a esta pregunta:

¿Placer o felicidad?

Puede parecer una pregunta estúpida, pero al final del día, la mayor parte de las elecciones que hemos tomado se pueden relacionar con ella.

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Planteémonos estas situaciones:

“Qué pereza me da ponerme ahora a hacer ejercicio, aunque claro me comprometí conmigo mismo a primeros de año, mejor me quedo viendo este capítulo un rato más que hace frío”

“Llevo dos semanas para terminar esto y se me está atragantando, no encuentro la energía para finiquitarlo, igual me tomo una cerveza y paso”

“Hoy he tenido un día de mierda en el curro, voy a llamar a estos que seguro que alguno se lía y buscamos donde pillar”

¿Hemos hecho lo que creíamos que era mejor para nosotros o nos hemos dejado llevar por el placer inmediato?

Al decidir que comprar, que comer, si echar la siesta o consumir, nuestro cerebro está librando una batalla que va a depender mucho de nuestro pasado, nuestra historia personal y la tolerancia o capacidad de gestión que tenemos de muchas emociones que aparentemente, no creemos conectadas.

Si te sientes identificado, quédate a ver por qué.


Al tomar una decisión nuestro cerebro se ve inmerso en un complejo proceso de interconexiones neuronales. Pasado, presente y futuro se entretejen a la hora de seleccionar aquel que va a ser nuestro siguiente paso, y sin un guía que sea capaz de regular este proceso, seguramente decidamos automáticamente, eligiendo en función de nuestra apetencia del momento.

Veamos por qué y que podemos hacer para entrenar esa parte de nosotros a guiar el proceso de decisión:

Conjunto de experiencias similares a la actual y su historial de resolución:

Ante esta situación, ¿Cómo suelo reaccionar? ¿Qué decisiones suelo tomar?

Cuando tomé esa decisión ¿Cómo se sentí?

Conjunto de necesidades o apetencias que tengo en la actualidad:

Fisiológicas: Hambre, frio, saciedad, deshidratación, sueño…

Emocionales: Carencia de afecto, cariño, protección o seguridad, sensación de soledad o aislamiento

Conjunto de deseos o expectativas sobre mi situación futura.

¿Cuál es la consecuencia futura de esta decisión?

¿Qué quiero conseguir?

Este es un ejemplo sencillo del proceso que suele ocurrir en nuestro cerebro de forma automática. Puede que seamos conscientes en alguna parte e incluso conectemos a la hora de decidir. Sin embargo, hay una gran parte de la decisión que se produce en el campo de las emociones. Lo que sentí la última vez que tuve que tomar una decisión parecida, lo que deseo sentir ahora, y lo que creo que me va a producir más satisfacción en el futuro.

Normalmente, el ritmo de nuestra vida y la sociedad actual nos permite conectar con los pensamientos, pero cada vez nos cuesta más conectar con las emociones. Al final, en nuestro cuerpo se produce una batalla de la que no somos apenas conscientes, pudiendo terminar en terribles consecuencias

El caso de Julia

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Julia se ha apuntado al gimnasio y he ido dos días esta semana, pero se había comprometido a tres y el resto de semana, por trabajo no podrá ir. Es hoy o nunca. Acaba de descansar un rato en el sofá tras llegar de trabajar o de hacer su tarea. Ha de tomar una decisión, ¿se viste y va al gimnasio o se queda en casa?.

Mira por la ventana, fuera llueve y hace mal tiempo. En su cerebro empieza a librarse la batalla casi de forma automática.

Empieza escaneando como se siente ahora, tumbada en el sofá y encuentra cansancio, desgana, pereza, fatiga, dolor fruto de agujetas de los otros días, y un poco de hambre. También encuentra tristeza y aburrimiento.

 El cerebro de Julia pasa ahora a valorar otras situaciones similares de su vida ¿Qué hizo, y como se sintió? 

  • Una vez que también quería ir al gimnasio se quedó en casa y se tomó una copa. Al recordar esa sensación, Julia conecta con un placer inmediato casi de forma inconsciente. Parece que la batalla se inclina por quedarse

  • Otra vez que llovía, salió a correr y se pilló un catarro. Julia ahora conecta con la sensación de enfermedad y de malestar.

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Da la impresión de que la decisión esta tomada en lo que Julia ha estado tumbada mirando por la ventana. Pero aún queda el último eslabón de la cadena. ¿Qué me viene mejor? Tal vez Julia en ese momento no piense en ello y se deje llevar por las reflexiones anteriores. Tal vez a mitad de que su cerebro pensara esto, Julia ha cogido el mando y ha puesto una película de la televisión. Ya no podrá dedicar un tiempo a pensar en este último aspecto. Pero si ha llegado hasta aquí, tal vez pensará en que le espera el resto de la tarde. Si no se levanta de ahí, ¿Cómo se sentirá en dos horas?

Dentro de dos horas, puede que ese cansancio, aburrimiento y tristeza sigan ahí, e incluso haya alguno más, como rabia enfado o incluso remordimientos.

Dejarse llevar por el placer puede parecer la mejor opción en primera instancia. Como diría mi abuela: “A nadie le amarga un dulce”. Sin embargo, este tipo de decisiones tiene una influencia bastante determinado en nuestras futuras tomas de decisiones, y a largo plazo, produce una tolerancia sostenida al placer, necesitando cada vez más y una incapacidad para conectar con emociones duraderas como la satisfacción, la felicidad o la paz.

¿Por qué ocurre esto?

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Esto se produce en su mayor parte en la química cerebral. Se cree que la dopamina es la hormona que se produce cuando experimentamos el placer, sin embargo, cuando experimentamos sensaciones de bienestar, la hormona que se ve asociada es la serotonina.

El complejo proceso de toma de decisiones que hemos intentando exponer antes se reduce a estos dos actores, la dopamina y la serotonina. El consumo continuo de una sustancia ya sea droga, tabaco, televisión, sexo, juego, compras…produce una superproducción de dopamina, la hormona del placer.

Esto produce dos efectos:

  1. Cuanta más hormona hay, más necesitamos. El cerebro se acaba acostumbrando y ya no sentimos la misma sensación con la misma dosis. Necesitamos más cantidad de estímulo. Esto es lo que conocemos como la dinámica de adicción.

  2. Cuanta más dopamina, más difícil es producir serotonina. Se cree que la producción continua de dopamina inhibe la aparición de esta hormona. A la larga, es probable que seamos incapaces de sentir sensaciones de bienestar o felicidad, y en cambio nos movamos solo buscando un placer que dure un tiempo determinado.

¿Qué podemos hacer?

  1. Tomar consciencia a la hora de cualquier decisión.

  2. Hacernos las preguntas adecuadas.

  3. Poner la atención en la parte del futuro, mis expectativas y deseos, así como las consecuencias emocionales que tendrá.

  4. Intentar conectar con las emociones para saber que pide mi cuerpo y que deseo para él.

  5. Aprender a tolerar los momentos de emociones poco placenteras o desagradables.

¿Tienes dudas?

Si crees que alguien cercano a ti puede haber desarrollado o estar desarrollando una adicción, estamos encantados/as de ayudarte y responder a cualquier duda que te haya surgido con respecto a este tema. Ponte en contacto con nosotros a través del siguiente formulario y te responderemos tan rápido como nos sea posible.

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