Las drogas en la música
¿Te suena esta frase? “Pepas y agua pa’ la seca to’l mundo en pastillas en la discoteca” Seguro que más de uno de nuestros lectores habrá escuchado esta frase sonando en alguna discoteca, pero también la habrán podido escuchar en la radio o incluso en el hilo musical de tiendas de ropa o grandes almacenes. Parece loco que una canción que hace una apología tan directa sobre el consumo de sustancias esté tan aceptada.
La relación entre la música y el consumo de drogas viene de largo, pero parece que nunca ha sido tan evidente como hoy en día. Veamos el por qué y que consecuencias puede tener.
La relación entre la música y las drogas la podríamos fijar quizá en los años 30 del siglo pasado. Los clubes de Jazz, y los artistas de jazz, eran famosos por consumir ingentes cantidades de alcohol, tabaco y marihuana. Una de las primeras referencias al consumo de cannabis la encontramos en la canción Muggles, de Louis Armstrong en 1928. Aunque se trata de una canción instrumental, el título hace referencia a los porros de la época, que por cierto aun no eran ilegales en Estados Unidos.
En los años 40 la heroína se introdujo en el circuito de jazz de Nueva Orleans y empezó a golpear rápidamente a los artistas de jazz, como a Miles Davis o Charlie Parker. Pero en esta época el consumo de sustancias adictivas aún era considerado un tema tabú. Aunque fuese un secreto a voces, los músicos no hacían alardes de su consumo ni solían hacer mención a las drogas en sus canciones.
Todo esto cambió unas décadas después con el advenimiento del Rock and roll como música pop, Woodstock y, por supuesto, los amados y odiados a partes iguales, hippies.
Todo comenzó en Estados Unidos…
La juventud norteamericana, hastiada de la guerra de Vietnam, viendo morir a sus amigos y compañeros constantemente por la televisión (fue la primera guerra retransmitida) e influenciada por la Generación Beat (generación de escritores como William Burrough o Jack Kerouac que experimentaron con las drogas) se decidió a romper con los estándares sociales establecidos y se lanzó a experimentar su libertad individual a través del sexo, la música y… por desgracia, también las drogas.
La canción de 1971 de los Rolling Stones “Brown Sugar” alude de manera indirecta al consumo de heroína, la de Kim Fowley de 1965 “The Trip” referencia el consumo de alucinógenos… Podríamos seguir con esta lista hasta juntar cientos de ellas. Este fue el comienzo de las canciones con referencias a las drogas, sin embargo la mayoría de estas canciones se diferencian de las actuales en la explicitación de estas alusiones.
El reggae, por ejemplo, hace una alusión constante al consumo de cannabis, sin embargo en la mayoría de los temas se presenta este consumo de una forma ritual, ligado a la religión y no tanto, al menos en su principio, al uso recreativo.
El rap, en los años 90, rompió esta dinámica. Artistas como Snoop Dogg, Ice Cube, The Wu Tang Clan o Cypress Hill, introdujeron de manera recurrente el consumo recreativo de drogas en sus letras. La influencia de este género en la conocida como “música urbana” la predominante y más popular hoy en día en nuestro país (que engloba rap, reggaetón, trap y géneros colindantes) ha llevado a los artistas de esta última a seguir con esta “tradición” y a introducir alusiones al uso de drogas en sus letras de una forma tan explicita como en la famosa canción de Farruko citada al principio de este artículo.
¿Por qué podríamos considerarlo un problema?
En primer lugar hay que tener en cuenta que los géneros musicales citados anteriormente hacían, como ya hemos dicho, referencias sutiles o digamos, edulcoradas, del consumo de drogas, nunca tan explicitas como se hace actualmente. Por otro lado, en el caso, por ejemplo, del rap de los años 90, el género estaba circunscrito a circuitos musicales underground, no siendo una música consumida a niveles masivos por la gran mayoría de la población, como sí es hoy en día el reggaetón o el trap.
En ultimo lugar, el cambio en los modelos de consumo de música a través de plataforma digitales, ha propiciado que la música pueda ser consumida de manera indiscriminada, masiva y que no sea recomendad a través de un algoritmo que, en cierta manera, “moldea” nuestros gustos, dirigiéndonos hacia aquello que más se está consumiendo o hacia el artista en el que la industria ha hecho una mayor inversión.
Consecuencias para los más jóvenes
Es de conocimiento casi general, que los adolescentes buscan siempre modelos a imitar fuera de su círculo familiar una vez llegan a determinada edad. Estos pueden ser deportistas, actores o cantantes.
Cuando toman estos modelos imitan su vestuario, su actitud y su forma de comportamiento. El hecho de que los artistas de música mainstream estén banalizando el consumo de drogas y, sobre todo, presentando únicamente el lado “guay” de este, ligado a la fiesta, la desinhibición y la popularidad, sin presentar la realidad de la adicción (problemas sociales y laborales, caída en la pobreza y la exclusión social y disfunciones sexuales) sienta un precedente peligroso que puede afecta a las formas de socialización de estos jóvenes, conduciéndoles a una forma de ocio ligada estrechamente al consumo.
No creemos que prohibir o censurar el consumo de música sea la solución, pero sí creemos firmemente en la educación sobre el consumo de productos culturales y la necesidad de explicar sin tapujos a nuestros más jóvenes cómo el consumo de sustancias adictivas tiene una parte nada “guay”. La normalización por medios masivos del consumo de drogas debe venir también con una educación completa de sus efectos y peligros.
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