La importancia de la gestión emocional en la recuperación de una adicción

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Cuando hablamos de inteligencia, probablemente en primer lugar pensemos en intelecto o capacidades cognitivas, pero hay otra inteligencia que es fundamental.

Una inteligencia que nos permite tramitar los acontecimientos que nos ocurren de una forma sana, funcional y productiva.

Estamos hablando de la inteligencia emocional.

Esta inteligencia es la encargada de que identifiquemos qué emoción estamos sintiendo y que la podamos gestionar saludablemente con conciencia, conocimiento y mayor control de uno mismo.

Lograr comunicarse efectivamente, con atención; expresar lo que nos pasa y lo que sentimos a los demás, con respeto; ponerse en el lugar del otro, con empatía, son otras habilidades que presenta una persona con inteligencia emocional.

Si quieres aprender más acerca de la inteligencia emocional, puedes leer este artículo.

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La dificultad en la gestión de emociones, puede llevarnos a pensar y actuar de una forma negativa y perjudicial, con nosotros mismos y con los que nos rodean. Y, de esta manera, comportarnos de una forma de la que luego nos podemos arrepentir.

Las personas con problema de adicción no están exentas a estas situaciones, de hecho, muy por el contrario, fallas en la gestión emocional y la impulsividad son aspectos que suelen caracterizar a las adicciones.

Frente a estas dificultades, la persona puede ir construyendo, a lo largo de su proceso adictivo, ciertos aprendizajes, en los cuales, la conducta adictiva asume el rol de salida, escape, de una “solución”.

Es un remedio que a la vez es veneno, porque si bien, por un lado el accionar adictivo puede representar en un principio la obtención de una satisfacción inmediata, ésta sólo es temporal y sus consecuencias son negativas y nocivas en diferentes niveles de la vida de la persona.

Si, por ejemplo, la persona se siente angustiada, frustrada o enojada, y en ese contexto, consume cocaína, su mente irá “aprendiendo” esa relación. Es decir, ante enojo o angustia, consume esa determinada droga, por el “beneficio” que cree conseguir, además de la dependencia que mantiene con dicha sustancia.

¿Qué sucede entonces?

Se asocia una emoción o situación desagradable con el acto posterior de consumo de cocaína.

Por ello, es muy común escuchar en las sesiones de psicoterapia, que las ganas de consumir o las recaídas se producen en torno a un recuerdo, aquel recuerdo de un supuesto alivio y solución (temporal y superficial) a la emoción “negativa”.

Frente a determinada emoción no gestionada, se tenderá a repetir la conducta de “alivio“, en este caso, consumir sustancias. De esta manera, se le adjudica al consumo la función de evadir o escaparse de un pensamiento, emoción o sensación desagradable, sin pensar en ese momento todas las consecuencias negativas y perjudiciales.

Con la psicoterapia…

La persona desarrollará el proceso inverso, de poder “des-aprender” esa conducta, rompiendo con la relación “me siento mal, entonces consumo”.

Cuando una persona logra identificar el malestar, ponerlo en palabras, y nombrar la emoción que lo acompaña, podrá gestionar esta emoción de forma inteligente, lo cual reducirá sus montos de ansiedad, estrés y malestar generalizado.

La gestión emocional le proporcionará una conciencia mayor de sí mismo. Un autoconocimiento que le permitirá escuchar a tiempo sus emociones y buscar alternativas de acción para tramitarlas, elaborarlas, aceptarlas, sin recurrir a un acto compulsivo, impulsivo y sin control.

Las emociones, por sí mismas no son ni buenas ni malas. Solemos catalogar a algunas emociones como negativas, como por ejemplo, el miedo. Sin embargo, lo único que hace que una emoción sea positiva o negativa es el uso que hacemos de ella.

Retomando el ejemplo del miedo, en los tratamientos de adicción, se suele escuchar hablar sobre el miedo a la recaída. Este puede generar que durante las primeras etapas del tratamiento, la persona evite lugares, personas y situaciones que le representen un potencial riesgo de recaída.

Por ello, podríamos pensar que en este caso el miedo es positivo y funcional al tratamiento, ya que la persona aún se encuentra trabajando terapéuticamente para ponerle un freno a su adicción.

Pero, si los miedos persisten de forma tal que la persona se vea estancada,  obstaculizada en su desarrollo personal o profesional, dejaríamos de verlo como positivo.

En este sentido te recomiendo que más que pensar en las emociones como positivas o negativas pienses en ellas como agradables o desagradables y como funcionales y disfuncionales.

En la psicoterapia para el tratamiento de las adicciones se trabaja para que, además de que la persona deje su adicción y se rehabilite, también logre mejorar otros aspectos de su vida, como por ejemplo, el familiar, laboral y social, de una manera sana, sin ataduras ni dependencias a una conducta adictiva.

Y el conocerse mejor para gestionar las emociones de forma sana también es parte del proceso terapéutico y así lograr una mayor estabilidad emocional y construir una mejor calidad de vida.

 

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